viernes, 30 de octubre de 2009
DE CÓMO LLEGA EL SEÑOR...
Al paso de Él el corazón se le encoge a uno. El Señor viene desde lejos, y se atisba su presencia por el silencio orante que le precede. Calla el bullicio de la madrugá al paso de Dios, cuya cruz del hombro pesa más cada hora que pasa por las peticiones de su pueblo.
El Señor es un punto de inflexión en la vida de una persona. Da igual que se sea cofrade, creyente, ateo o la madre que parió a cada uno, el Señor, con su sola presencia congela el ambiente cuando llega. Le falta a uno el aire, se le contrae la musculatura, y de repente te das cuenta que Él está mirandote dentro.
Qué raras somos las personas, pasa Dios y solo se nos ocurre llorar, pero ¿hay algo más bonito que llorar de felicidad? Pasa el Señor limpiando almas por la calle y uno expulsa toda la mugre que tiene dentro con un suspiro maravilloso en el que se renueva el corazón de aquel que tiene la suerte de verlo.
El Señor llega y se va, pero deja una luz encendida dentro de cada uno que lo ve.
Y es que es eso el Gran Poder de Dios
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