jueves, 29 de octubre de 2009

LA DESPEDIDA



Una de las características que a mi humilde entender tienen, o tenemos, los costaleros es el "romanticismo de la profesión". Me habréis escuchado, o leído en muchas ocasiones comparar nuestra profesión con la de los maestros toreros, ya que puenso que en muchas cosas tienen similitudes de las que podemos hablar el dia que se quiera.

Ayer pude asistir a otra de las escenas que un costalero puede asistir, si le toca, en su vida activa, y es la despedida de un paso.

La semana pasada se nos citaba a la cuadrilla del Señor de las Cinco Llagas para ir a recoger el paso viejo del Señor al taller de los Hermanos Caballero.

A eso de las 21:30 llegamos al taller, en San Jerónimo, una veintena de compañeros, como siempre se dice, los mismos, para sacar al paso del taller como si de un difunto se tratase.

Mucho respeto, silencio, recuerdos, anécdotas... la sensación de vacío se iba adueñando de la cuadrilla. subida al camión y vuelta al almacen para descargar el paso.

El paso toca el suelo depués de la rampa y empieza una última chicotá, sin gente, sin imágener, sin bulla, sin cornetas y tambores, con vecinos espectantes en los balcones... despacio, muy despacio, se lleva a esta "viejo" a su última arriá, al descanso merecido después de cincuenta y pico años de servicio.

Una nueva sensación, una pequeña desazón, un beso de despedida al trozo de trabajadera que me hizo costalero de Sevilla y la cara del capataz, que había sido costalero antes, desencajada al recordar los años de los pagados, de "dolerte las calles de Sevilla", de compañeros que ya no están, de Sábados santos con gente de menos...

Una despedida intima al fin y al cabo.

Hasta siempre

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