jueves, 29 de marzo de 2012

LA TARDE QUE PASEAMOS JUNTOS

Todavía me sonrojo y me tiembla el pulso al acordarme. Hace uno días decidiste salir a pasear conmigo por la tarde y me cogiste, como siempre de improviso. Sabes Señora que siempre nos hemos buscado, que mi amor y devoción a ti ha ido cuajando como los buenos vinos en la “bota” de mi alma, pero el otro día decisdite probar el fruto de ese poso de años mirándote y admirándote. El pasado sábado decidiste que este amante tuyo hasta el extremo, que dobla esquinas suspirando por ti, que busca en el recuerdo el aroma de tu palio que huele a cera y flores y deja tras de si la fragancia de lo que tiene que ser el cielo, porque en el cielo vives tú, te asiera por fin por el talle y a fe mía que tengo grabado a fuego en el alma el tacto de tu cintura de Reina. Hay enamorados tuyos que pasan la vida sin siquiera poder acercarse, pero el sábado me dejaste hablarte al oído, dejaste que juntos paseáramos un rato solos por la puerta de tu casa, yo agarrado a ti porque en ello me iba la vida y dejaste que este humilde servidor tuyo te hablara al oído, tu y yo, como tu Hijo, sabemos lo que pasa, sabemos de qué se habla cuando se está tan cerca, pero por alguna extraña razón esta vez, como Divina intermediadora que eres, decidiste ejercer de Madre y Reina y dejaste que al oído, muy bajito te diera las gracias primero por sentirme privilegiado al subirte al lugar más maravilloso del mundo que encierra rezos, anhelos, ilusiones y peticiones de un pueblo entero que te ama, te respeta y te sigue por donde vas, tu paso de palio. Esa tarde, por un instante, fuiste mía, solo mía, y perdóneme el que lea esto el egoísmo puro, pero necesitaba contarte lo que te dije, necesitaba respirar tu olor a divinidad, tener cerca tu mejilla, que mi alma y mi corazón lloraran y mi garganta se quebrara sin poder emitir una palabra, porque Tú lo habías dicho todo, absolutamente todo. Ahora que apareces así, espléndida, vestida de Reina, preparada en tu paso para pasearte dentro de solo un semana empujada por la Fe de un pueblo que te adora y que te espera ansioso. Ahora eres de todos, eres, como siempre, para todos, pero jamás olvidaré esa tarde en la que solos, paseamos un ratito juntos y me hiciste vasallo tuyo para el resto de mis días.

1 comentario:

Jaime Galán dijo...

Se que disfrutastes mucho de ese momento que solo unos pocos privilegiados tienen la suerte de poder vivir, enhorabuena porque ahí empezó tu semana santa. Un abrazo