miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL HOMBRE DE DELANTE

Hoy la lluvia nos cala más fuertemente a todos los hermanos del Prendimiento y Rosario de Linares. Hoy se nos ha ido una parte fundamental de nuestra vida de hermandad, de ese día a día que hacen grandes estas cosas. El corazón de Manolo Barranco ha dejado de latir hoy para unirse a esa corte de Prendidos de primera en el cielo a la derecha de Él y bajo el manto protector de Ella. Recordaré siempre a Manolo en los diversos sitios que ocupaba en la vida de la hermandad. Eterno tras la taquilla de feria que dejó por salud y cambió por el arreo constante y los ánimos al grupo que le tocara trabajar ese día. también recordaré al Manolo de siempre, al que disfrutaba de los suyos, al que compartía los momentos de hermandad con nosotros, los que llegamos muchos años después que él y que disfrutaba siendo y contando la historia viva de su hermandad. Aprendí de él muchísimas cosas, sobre todo a amar a mi hermandad por encima de todas las cosas, pero aprendí, porque lo vivió, que mi hermandad viene de donde viene, ue salíamos de la SAFA, que el paso se pintaba con purpurina, que iban cuatro y el portero, pero él siempre con su vara delante de su Dios, delante de ese al que rezaba y miraba como no se mira nada más que a Dios cuando se le reconoce el gesto. Recuerdo, por ejemplo el año 2004, al no salir la hermandad.Manolo lloró como un niño chico porque nunca se había quedado dentro, cuando desgraciadamente ha pasado más veces en estos años era el primero en aplaudir al tomar la decisión siempre correcta. recuerdo también sus lágrimas de emoción en aquel regalo de Cuaresma cuando vio lo que creia que no iba a ver nunca, el comienzo del paso dorado de su Cristo, paso que ha tenido la suerte de vivir completado en su fase de pan de oro, como a él le gustaba. Recuerdo también la cara de emoción este Jueves Santo cuando plantado delante de Él, en la dulce y maravillosa mañana de Jueves Santo, miraba con cara de emoción al Su Cristo y le hablaba al verle reestrenar su túnica burdeos bordada. Le hablaba al Señor él como el que le habla a un amigo, seguro de que Dios Prendido lo fue, es y será siempre. Todos pensábamos que Manolo era incombustible, que nunca nos iba a dejar, pero quizás el conocer de los males de su Cristo y el pensar el separase de Él durante unos meses no haya sido soportable para su ya ajado corazón y ha decidido irse para siempre con Él.
Era Manolo un persona, un cofrade, muy querido y respetado, de esos que ya no quedan, de esos que ya no se hacen por ningún sitio. Manolo formaba parte, sin duda, de la cuadrilla del Señor del Prendimiento, como siempre lo formaron Caparrós, Loren y tantos otros que se nos están llendo. Entrar al paso del señor antes de la Cofradía sin saludar a Manolo era algo que prácticamente nadie se permitía, como nadie se permitía quitar a este maravilloso cascarrabias de delante de su Cristo durante la estación de Penitencia. ¡¡A él!! pues sí, "tú que sabrás nene si yo ya estaba aqui cuando el paso era de madera, iba a ruedas y salíamos de la SAFA". Pues claro. Manolo ha tenido la suerte de ver la evolución del traquetreo tractorizable de las ruedas en su Cristo hasta el suave y dulce caminar de los hombres de bien, de los hombre que como él somos de Dios. No solo se merecía ese sitio, sino que era suyo casi por decreto ley. Hablar con él de cualquier cosa era casi un rito, amante de su hermandad, de su ciudad de Linares y de los toros, gran taurino y gran conversación la que tuvimos sentados los dos la noche del 1 de septiembre detrás en la caseta. El próximo Jueves Santo la presidencia del Señor no será lo mismo sin él, sin verlo vuelto viendo el rotundo y maravilloso caminar de Dios Prendido por las calles de su Linares, llegando a la puerta de su casa, lleno el pecho de orgullo que se le iban a saltar los botones de la túnica, esa que ahora lo abraza eternamente y con la que hoy mismo se ha presentado ante su Cristo para rendir cuentas, y de cuentas Manolo sabía un rato así que seguro que le ha ido bien. Ve con Dios Manolo, ve con Dios que te espera para darte un mullido sillón en el que descansar de una vida llena de entrega por tu hermandad y por tu gente. Nunca te olvidaremos.